¿Quién no ha sido victima en la vida, de los hechizos de amor que se despliegan con tan solo cruzar las miradas?
Aquellas emociones que crecen en el interior de dos personas, cuando la química y el llamado "amor a primera vista", puede dilucidar los momentos más enigmáticos en la historia de dos personas.
Así es que ocurre...
Era época de turismo. Incesante calor, restaurantes repletos, transporte colapsado, y fotógrafos aficionados que pasean por los mas inhóspitos lugares, apreciando la belleza de un paisaje de ciudad que pocos sabemos ver, pues todos vivimos en el aire creyendo que viviremos y disfrutaremos más la vida de esa manera....
El Sol que nuevamente calienta los parpados de mi fiel amigo Hugo, anunciando un grandioso día para disfrutar, pero la rutina laboral tenía que cumplirse. Perezoso resucita en su departamento, con la television encendida, conociendo los importantes pormenores que mencionan las noticias. La apaga. Ya está agotado de no encontrar nada positivo.
Con poco de paciencia se prepara para sus quehaceres, e invita a sus emociones a aparecer en su cuerpo, como todas las mañanas, enamorándose cada día más, de aquel amor que pareciera ser imposible.
Día tras día, Hugo visita la confitería que se encuentra en la esquina de su departamento. A diario a las 09:55 hs en la mañana, se sienta en la misma esquina sur del comercio, donde observa fielmente a la sometida moza que trabaja en el local. Obviamente, la posición de Hugo, no es al azar, si no que es una de las mesas que tiene designada la señorita.
Rizos dorados que poco pueden divisarse por el uniforme, una carita de princesa que endulzaría el corazón de cualquier comensal, y una radiante mirada celeste, cual niña llena de felicidad.
Largas horas se pierde observándola. Desde que se sienta, el mundo de Hugo no existe, mas que para ellos dos. La gente solo observa su negro café y se vislumbra con las noticias diarias, pero él... él solo quiere encontrar ese pasatiempo en común, para dejar de soñar con su amada y por fin, emprender un nuevo camino en su vida.
Cada semana, cada mes es idéntico al anterior para Hugo. Cada hora de su vida, vive imaginando la mañana del día siguiente. El coraje no es una de sus virtudes, ni tampoco lo es el humor, pero él bien conocía que a cada sonrisa que aquella bella dama regala al cliente, es la razón por la cual sus pulsaciones suben. Y quien no, era imposible no llenarse de luz con tal espectáculo.
Se fue el verano, el otoño... El invierno se hizo muy crudo, pero aún así, el seguía fiel a su rutina. El dueño de la confitería ya lo conocía, y más de una vez se han sentado a hablar de futbol. Pero Hugo, más que futbol hablaba del trabajo, de sus empleados, y de ella, cuyo nombre preguntó disimulando sus palabras... Victoria.
El frío del año sucedió, y nuevamente se repetían las estaciones... las estaciones, las temperaturas, los sentimientos.. había algo en ella que hacía que Hugo no pudiese quitar su mirada.
Cada noche, ensayaba un poema para poder quitarle una sonrisa a Victoria y quizá entonces, comenzar una platica. Pero al momento del hecho las intenciones eran vanas.
Un día, como todas las mañanas, 09:55 hs, Hugo se dirige a su asiento. Era un extraño día de verano. El cielo estaba gris, el viento soplaba del sur, y extrañamente, la confitería se encontraba prácticamente vacía.
El tiempo corría pero, nadie ingresaba al comercio... nadie... ni Victoria.
Un joven identificándose como mozo, se acerca y le entrega la carta del lugar. Inmediatamente Hugo le pregunta por su amada, dejando toda timidez de lado.
<Disculpe señor, pero ha dejado el trabajo, y ahora me han contratado a mí. Soy Alejandro.>
La noticia fue como un golpe inesperado. Su mirada tiesa, se cegó la cafetería donde ella siempre solía encontrarse. Su cara pálida pedía a su desesperación salir corriendo.. a ningún sitio. Ya no tiene sentido el bar, el desayuno.. la mañana entera había pedido sentido.
Con una tristeza que se transmitía a kilómetros, se fue a su hogar intentando levantar su ánimo con su música favorita, pero todos sabemos no es una buena idea.
Al terminar de escuchar el disco, cansado se dirige al trabajo. Las ansias por que el día termine lo invaden, y la desesperación por desaparecer de su departamento luchan cuerpo a cuerpo.. con sus reproche y su lamento.
¿Por qué no habré hablado cuando era tiempo? quizá hasta podíamos comenzar algo serio.
...
El día terminó. Su jefe insistió en que se recupere, pués pensó que se encontraba acompañado de los síntomas de alguna enfermedad. Pero no. Era solo la tristeza que lo acompañaba.
Vuelve lamentándose más a cada paso. Inundado de preguntas, de suposiciones y de reproches cruza la avenidad principal.
La luz se intensifica, los ruidos son estremecedores y la gente gritando hacen que el maldiga, antes de ver ese vehículo que se dirigía hacia él sin posibilidad de frenar.
Penumbras, luces, verdes, rojas, gritos.... voces...
Es un nuevo día.
Son las 09:00 am en el monitor del reloj digital, y el sol resplandece elevando increíblemente la temperatura.
Casi sin aliento, voltea a su ventana con los ojos llenos de brillo y con la esperanza de que la realidad que se esta viviendo, sea lo que lo haga feliz.
Se arropa con las prendas del día anterior, y se pone las gafas para disimular la hinchazón de unos ojos recién despiertos.
La confitería igual, las teles prendidas, y Victoria que entra por la puerta principal, radiante y luminosa como siempre. Se acerca para tomar su pedido y el con un hilo de voz y esperanza, levanta su rostro como todo hombre y pronuncia
<Solo tráeme un café y dos medias lunas>
El temor vuelve a apoderarse de su cuerpo, y sus nervios se reflejan en su pulso. Las manos tiemblan, y el cuerpo suda. Una vez más dejo ir esa atractiva oportunidad de dejar de soñar y luchar por un amor.
Pero ¿saben? Hugo conoce el tiempo restante que le queda... Pero también, conoce los miedos que no lo dejan lograr su más precioso deseo.
¿Cuánto perdemos por miedo a perder?
Apostemos por lo que pueda suceder... después de todo, para tener algo que nadie tiene, hay que hacer cosas que nadie hace.